Hace muchos años en Oteiza de la Solana, había una balsa que se llamaba Idoia. Se situaba a las afueras del pueblo. Cerca había un corral y sus animales iban todos los días a beber agua fresca a la balsa.
Un día, al anochecer, un campesino regresaba hacia su casa después de su jornada de trabajo. Al pasar junto a la balsa divisó en ella algo que se movía y alarmado corrió al pueblo creyendo haber visto una ballena.
Los habitantes del pueblo, muy asustados, corrieron hacia la balsa con escopetas, escobas y todo tipo de armas en mano. Uno se acercó detenidamente a inspeccionar el lugar y comunicó a todos los presentes que no era más que un simple y miserable baste que seguramente pertenecería al dueño del corral.
Desde entonces es frecuente que a los oteizanos les llamen balleneros.
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